Para algunos este niño fue aleccionado inclusive acusado de dar un mensaje de izquierda, más allá de lo que cada quien quiera ver, un discurso sin papel ni teleprompter, con la confianza necesaria para no titubear, reflejando dos de los graves problemas que ahogan a la sociedad actual, la corrupción y la impunidad, esta última solapada por el poder legislativo al no cumplir con la función para la cual fueron electos.
Este discurso se pudo dar en México, en Argentina, Brasil o cualquier otro país de la región revelando que todos padecemos del mismo mal.
Este niño indígena aprovechó el momento y se atrevió a levantar la voz para acusar a la clase política, nos asombramos y nos enorgullecemos de ese acto, pero a la vez debemos ser consciente que va dirigido a cada uno de nosotros al poner en evidencia nuestra pasividad ante este grave problema.
No nos olvidemos que los adultos somos nosotros, lamentablemente nos limitamos a quejarnos y resignarnos de esta desgracia, a aceptar que la corrupción es parte de nuestra cultura, la clase política nos hace creer que somos igual que ellos.
No dejemos que este acto se pierda en el olvido, si este niño pudo aprovechar esa oportunidad no lo limitemos a los 5 minutos de gloria, nos abre el camino para que ahora seamos nosotros los que levantemos nuestras voces y exijamos a las autoridades que cumplan y hagan cumplir la ley.
La corrupción y la impunidad no son opciones, el combate no es negociable, los involucrados deben de responder, ¿difícil?, probablemente, ¿imposible?, definitivamente no.
Parafraseando a Ángel Jacinto, ¿tienes miedo o ya te llego al precio?
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