Escogemos a nuestros gobernantes bajo las promesas que nuestras vidas van a mejorar. De todas las opciones escogemos, tal vez convencidos que es la mejor, tal vez con la esperanza de que ahora sí o tal vez porque es la menos peor.
En las últimas décadas las historias se repiten, un eufórico inicio, mucha esperanza en el ungido pero al pasar del tiempo la decepción es una constante, los problemas de fondo no se solucionan, es más, se incrementan y al final aquel salvador resultó ser un desastre.
En el inter, los patrocinamos con nuestros impuestos para que puedan conseguir el trabajo que quieren, absurdo ¿a quiénes de nosotros nos han pagado en algún momento de nuestras vidas para conseguir trabajo?
Bajo la historia de la democracia se escudan con la excusa de que fueron escogidos por el pueblo por un período de tiempo, que debemos respetar, sin importar que sus promesas no sean cumplidas y dejando una estela de suciedad a su paso.
Ellos son los buenos, los que tienen el conocimiento, los que sí saben cómo hacerlo, sus motivaciones rayan en el altruismo, sus vidas personales y profesionales son perfectas, intachables, eso dicen o eso creen.
Son 4 o 6 años los que deben pasar, si no hay reelección, para que repitamos nuevamente el mismo proceso, esto cada vez que tenemos que escoger por uno de todos aquellos que quieren ocupar un puesto de elección.
Un político mexicano acuñó la frase “un político pobre es un pobre político”, o por decirlo más coloquialmente el que no tranza no avanza, algunos nos dicen que el llegar a ese puesto es la cúspide de su carrera, fastidian las nuestras en busca de sus logros en lugar de buscar una superación más noble como calificar para ser canonizados o ser nominado para un premio Noble. Te aclaro, Donald, todavía no se ha instaurado el premio Nobel al Twitter.
Pero si vemos en el contexto general desde el poderoso del norte hasta la Tierra del Fuego son pocos funcionarios que terminan en las rejas ya sea por actos de corrupción, por negligencia o simple y sencillamente no hacer su trabajo, es más, hasta se resisten a abandonar la escena política y van brincando en distintas posiciones como buenos todólogos.
Lo triste en este relato es que si nos atrevemos a querer detener este mal antes que siga creciendo, seremos catalogados como anarquistas, revoltosos, terroristas, enemigos del sistema y para ser honesto tal vez, y porque no, esa es la actitud que debemos asumir, la de enemigos del sistema, cómo podemos aceptar un sistema obsoleto, corrupto, un sistema que nos tiene hoy como rehenes de una clase política que lo único que le interesa son sus beneficios personales.
Es curioso porque estemos donde estemos, en las planicies de Kansas, en la Huasteca Potosina, en el desierto de Antofagasta o en la Patagonia nuestra histórica realidad es la misma, ¿mal de muchos?
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