Estamos atravesando una crisis de confianza donde ésta se etsá perdiendo, quienes son poseedores de esa confianza no siempre cubren nuestras expectativas, cada tanto se nos llama a renovar esa relación con nuevas promesas, que se van a presentar cambios, que nuestras vidas van a mejorar, que ahora sí es el momento y nuevamente confiamos a través del voto.
No tenemos alternativa, así es nuestro destino pero en estos tiempos donde los valores fundamentales se dejaron a un lado, donde un político admite que robó pero robó poquito, donde la población dice no importa que roben mientas repartan algo, donde un presidente de la nación que fuera miente descaradamente sin consecuencias, o lo que hasta ayer eran operaciones financieras fraudulentas hoy las leyes lo permiten.
Tiempo en el cual se dice que se combate el narcotráfico, la corrupción, la evasión fiscal, el lavado de dinero y por otro lado es sorprendente que los paraísos fiscales sean parte de la economía mundial.
Confiamos que nuestras aportaciones a los fondos de retiro nos permitirán en un mañana cada día más cercano disfrutar de una pensión digna mientras vemos que quienes hoy las reciben están con limitaciones.
Tenemos que confiar en que las noticias que recibimos sean ciertas, que los medios no estén manipulados para que la sangre y la violencia sea el material que se vende, que no nos mantengan brincando de un escándalo a otro.
Es tanta nuestra necesidad de confiar que descubre nuestro lado egoísta, es en lo que yo confío no en lo que tu confías lo que debe de prevalecer, confianza que nos lleva a desconfiar en aquellos que piensan distinto.
Delante de mí hay una servilleta de papel y un billete, los dos están hechos de papel, el primero tiene un uso práctico para varias cosas pero es el segundo el que tiene mayor valor, esto se debe a que lo produjo el gobierno y en él está estampado la cantidad por la cual podrá ser canjeado por un bien o servicio, misma que al pasar del tiempo se va reduciendo, confiamos en que ese pedazo de papel tenga un valor y que tal vez por arte de magia éste se incremente.
México, país que constitucionalmente se declara laico, basa su economía en el dólar, una moneda que dejó de estar respaldada por el patrón oro, gracias a Nixon, ahora debemos conformarnos con que en Dios confiamos como está estampado en todos sus billetes.
Escuchamos últimamente hablar del Bitcoin, una divisa electrónica que promete revolucionar la economía a nivel mundial, pero para que esto resulte la confianza es el detonante fundamental.
La confianza siempre es necesaria, sin ella nuestras vidas no tendrían sentido, como dicen por aquí, la burra no era arisca, a los golpes la hicieron; debemos exigir no ser defraudados por aquellos en quienes confiamos, seamos cautos, que la confianza no sea como lo es hoy, un juego de azar.
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