Un Starbucks camino a la oficina, un take-away desde el auto, kits de emergencias, snacks saludables para comer en el bus o en el tren de vuelta a casa, audiolibros para estudiar en transporte público, comidas casi listas en las góndolas de los marktes, verduras cortadas y hervidas, Meets desde el auto para adelantar reuniones, pagos inmediatos con QR. La vida se ha convertido en un gran apuro.
Los autos se han preparado para que manejemos mientras hacemos llamadas, e incluso a conducirse solos, las heladeras nos sirven el agua fría, el microondas salva varias cenas, el horno nos avisa que las galletas están listas a tiempo y la computadora automatiza nuestra agenda. Somos constructores y rehenes de un sistema que agiliza la rutina, la simplifica.
¿Qué significa esto para nuestra mente? ¿Cómo son criados nuestros niños? ¿Qué le pedimos a la tecnología?
Hace siglos que el hombre desarrolla y evoluciona en sus creaciones progresando en el modo de vida. La máquina de escribir, la rueda, el telégrafo, las zapatillas, los smartwatches. Toda tecnología ha sido pensada para cumplir una función que colabore con la necesidad humana y se convierta en una satisfacción más y una preocupación menos.
Este modo de vida nos conduce a ciertas incertidumbres sobre las consecuencias que enfrenta la sociedad: la comodidad, la adecuación a la rapidez y el dinamismo, la facilidad en conseguir y comprar. La sociedad mundial se ha convertido en una víctima de su propia evolución y los efectos se irán viendo en los próximos años. Tendremos que aguardar para entender cómo las nuevas generaciones se enfrentan a la frustración, a la espera y la paciencia, al mal funcionamiento de la inteligencia artificial, a la robotización de los sistemas de comunicación y tantas otros modos ágiles. Por lo pronto, la paciencia también se apura.
La sociedad nos impulsa a la competitividad, a la ambición y a la superación. En una carrera contra el tiempo pretendemos abarcar mucho más de lo que nos da el cuerpo. Si uno observa, incluso en ciudades como Miami, hay muchos rostros cansados, miradas dispersas, piernas extenuadas. Pero seguimos corriendo… buscamos un complejo vitamínico más, para lograr estar más nutrido para brindar más y disfrutar más.
Llega el verano o llega el invierno, dependiendo del hemisferio en donde estemos los alglolatinos, y la pregunta a mitad de años es … ¿De qué huimos? ¿De quiénes? ¿Por qué y para qué corremos? ¿Hasta dónde y hasta cuándo? Esa es la cuestión…
La redacción