Pese a este resultado positivo, todavía el dato de inflación fue menor a lo que el mercado esperaba. Es obvio que todos están esperando un resultado mucho mejor. El problema es que si bien las gasolinas redujeron sus precios, los alimentos y los alquileres continúan encareciendo.
Si bien hay una desaceleración de dos meses consecutivos que sugiere que los precios, especialmente de los energéticos, comienzan a ceder, el tema es ir al supermercado.
Por supuesto que esta inflación no es nada comparado con la de Argentina o la de Venezuela, pero los miamenses estamos acostumbrados a que la inflación sea del menos del 2%, y está claro que todos esperan en el peor de los casos un número cercano al 6%.
La inflación sigue siendo fuerte y difícil para muchos estadounidenses, especialmente para los que tienen poco margen de maniobra en sus presupuestos mensuales. El aumento anual de los precios está muy lejos de donde se encontraba hace 18 meses y de la tasa de inflación objetivo de la Reserva Federal del 2%.
Un dato importante es que el IPC subyacente, que excluye las categorías más volátiles como los alimentos y la gasolina, midió un 6,3% en agosto, frente al 6,2% de julio.
En términos mensuales, los precios de consumo subieron un 0,1% respecto a julio.
El Índice de Precios al Consumidor, que mide una canasta de bienes y servicios de consumo, mostró que los precios subieron un 8,3% interanual, una ralentización con respecto al aumento del 8,5% de julio y el repunte del 9,1% de junio. La última vez que la tasa del IPC general bajó en meses consecutivos fue en la primera parte de 2020.
El menor ritmo de subida anual de los precios se produce junto a un importante descenso de los precios de la gasolina, que han bajado desde los máximos históricos alcanzados en junio.