Aún es inexplicable que Petro, AMLO, Lula nieguen los crímenes, la represión, el fraude, los 8.5 millones de migrantes a causa de un innegable e irrefutable régimen dictatorial, que históricamente ha realizado golpe de estado, no revolución y que económicamente, siendo Venezuela absolutamente rica, ha fracaso en toda política y administración tanto de recursos, como de cultura.
¿No es tiempo de que se reconozca que tanto el estatismo de Venezuela, como sus ideas son de hecho malas ? ¿ Qué más tienen que pasar?
La opositora María Corina Machado, en un ferviente discurso ante sus seguidores, afirmó: "Venezuela votó por el cambio y Edmundo González Urrutia es nuestro presidente electo". Su declaración, cargada de un profundo simbolismo, subraya la fractura entre la voluntad popular y la legitimidad otorgada por el régimen. La neurociencia nos enseña que el sentido de pertenencia y la identidad colectiva son fundamentales para la cohesión social; sin embargo, el gobierno de Maduro ha optado por la represión como respuesta a la disidencia, desdibujando aún más los límites de la justicia y la democracia.
La manipulación para mostrar gente en la calle de Maduro es un recurso perverso, disimulado:
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No solo por que en número es abrumadora la diferencia 20 a 1 a favor de la salida de Maduro, y es más si se toma no solo en Caracas, sino en toda Venezuela, sino que no hay actas, hubo fraude, hay represión, hay desaparecidos, hay más de una docena de informes de distintas organizaciones donde se evidencia que el régimen de chávez y Maduro, desde la constatación legal* ha desaparecido a más de 15.000 personas, convirtiéndose en la mayor dictadura de américa.
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¿Qué más tiene que pasar para que los organismos internacionales, la prensa, todos los presidentes incluyendo a Petro, Lula, AMLo, todos los medios, las organizaciones de RR.HH, las organizaciones obreras, todos los partidos políticos del continente,, no sólo declaren su posición firme , sino que avalen la actuación en Venezuela para la concreción de la intervención salida de Maduro.
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¿La estrategia de la política que quiere disimular el horror de Venezuela, sus colaboradores, los medios afines, las ideologías afines es ganar tiempo?
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¿Es que el mundo se olvide o se acostumbre al mayor fraude evidente en la historia de la democracia?
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El reciente fallo del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), visto por muchos como un instrumento de control político, ha generado una respuesta ferviente. Machado acusó a esta institución de ser "el brazo de represión y persecución política del oficialismo", una afirmación que pone en evidencia el deterioro del estado de derecho en un país que anhela justicia. La neurobiología del miedo se manifiesta en el clima de terror que el régimen ha cultivado, como lo evidencian las palabras del embajador estadounidense Frank Mora: "El régimen está sembrando el terror para silenciar a la ciudadanía y perpetuarse en el poder".
En un momento de polarización extrema, las marchas a favor y en contra del gobierno se han vuelto un reflejo de la lucha interna por la identidad nacional. Mientras los opositores claman por un cambio, los simpatizantes del chavismo celebran lo que ellos consideran una victoria.
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La CIDH ha documentado un alarmante incremento en la represión desde los comicios del 28 de julio, donde al menos 23 personas han perdido la vida y más de 1,600 han sido detenidas arbitrariamente, incluyendo menores de edad. Este uso indiscriminado de la fuerza es un recordatorio de cómo la violencia puede desdibujar la narrativa de una sociedad en crisis.
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La presidenta de la CIDH, Roberta Clarke, subrayó que su informe, aunque no se realizó en el terreno, revela un panorama desolador. La censura y las restricciones a las libertades fundamentales son prácticas habituales en un régimen que se aferra al poder a costa de la dignidad humana. La neurociencia social sugiere que el miedo puede paralizar a las sociedades; sin embargo, la valentía de un pueblo que se niega a ser silenciado es un testimonio del deseo inquebrantable de libertad.
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El llamado de Machado a las Fuerzas Armadas, instándoles a reflexionar sobre su rol en esta hora crítica, resuena con la urgencia de una generación que no se rinde. "Ustedes saben lo que tiene que hacer en esta hora en la que el régimen persigue a un pueblo que ya decidió avanzar a la libertad", enfatizó, un recordatorio de que la verdadera fuerza de un país radica en su gente.
En conclusión, mientras la comunidad internacional observa con atención, la situación en Venezuela se convierte en un campo de batalla donde la memoria, la justicia y la libertad se entrelazan. La falta de reconocimiento del fraude electoral por parte de gobiernos democráticos subraya la urgencia de un cambio real.
La historia de Venezuela no está escrita; es una narrativa que se sigue tejiendo, un hilo que, aunque frágil, sigue siendo tejido por manos valientes que claman por un futuro diferente.
IG: @infonegociosmiami
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