De igual forma sucede con el capital. El dinero es el elemento más cobarde que existe en la faz de la tierra, pues ante cualquier inseguridad o amenaza a su integridad desaparece, se esconde, se resguarda, se esfuma, para aflorar fortificado, luego de que exista una relativa normalidad. Y eso está bien, aunque muchos critiquen la táctica.
Actualmente enfrentamos una crisis económica a nivel mundial, Europa está en uno de sus peores momentos luego de la segunda guerra mundial. La decisión de Inglaterra –de independizarse de lazos mercantiles y modos de proceder- que la comprometía con el conglomerado de países europeos, ha trastornado la política del bloque para esa región.
También la imposibilidad China de manejar el crecimiento de un incipiente mercado de consumo interno conjuntamente con una baja de sus exportaciones, ha frenado el avance de la economía del gigante asiático y ha incrementado los problemas económicos globales.
Latinoamérica –incluyendo Brasil-, confiada aún en un resurgir del boom del mercado de exportación de materias primas, sigue dormida en sus laureles, sin iniciar la conversión de sus productos en bienes de consumo que pueda introducir en el mercado mundial. Sumida en este sueño idílico sus empresarios fomentan pocas industrias nuevas y/o canales mercantiles para salir adelante. La consecuencia directa: estancamiento y dependencia económica.
Inclusive en los Estados Unidos de Norteamérica hay problemas económicos graves, aunque no insalvables. El desbalance de la economía, la debilidad del Producto Interno Bruto, la falta de control del gasto público, el desgano de la industria de la construcción, la pobreza de nuevas inversiones, sumado a un año electoral, han ensombrecido el panorama económico americano; pero aún así, Norteamérica sigue siendo el puerto económico más seguro en donde diariamente crece la cartera de inversionista en esta región del mundo. Mientras las bolsas de valores reflejan nuevos records, las transacciones millonarias -en propiedad inmueble y negocios- aumentan.
Las grandes ciudades son el imán para estas inversiones, y vemos que en Miami Beach, New York, Dallas, Houston, Atlanta, etc., las viviendas valoradas en millones no duran en el mercado; así como propiedades comerciales que puedan sostener su valor en el quinquenio siguiente. Pues cinco años es el ciclo natural, para que aclaren las aguas de las rías financieras.
Mientas eso ocurre, Miami crece: Se amplió su puerto para convertirse en una facilidad portuaria de primera clase. Acondicionan su aeropuerto internacional para servir el enorme flujo de pasajeros diarios que enfrenta. El Down Town sigue su crecimiento vertical, mientras se amplía corriendo ahora paralelo al río Miami. Los lazos de negocios aumentan especialmente con Latinoamérica y Europa, y este ambiente de eficiencia y progreso ha provocado que se le considere como la tercera ciudad de negocios del mundo.
Es mi opinión, que la inversión inmobiliaria en Norteamérica -especialmente en Miami-, salvaguardará la estabilidad financiera de los inversionistas, en este próximo quinquenio.
Tony Ruano es consultor inmobiliario y autor del libro “Bienes raíces. Manual práctico de compra, venta y administración.”
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