Aunque esta historia es ficticia no escapa de cierta realidad, hace poco tiempo el secretario de relaciones de México asumió el puesto con un discurso. Palabra más palabra menos, dijo que llego ahí para aprender.
En la era Trump, muchas de sus pifias se justificaron con el aprendizaje del mandatario en su nuevos cargo; éstas todavía se siguen presentando y tal vez la excusa ahora es que nunca se deja de aprender o que echando a perder se aprende.
A nivel mundial, en especial en nuestras naciones, podemos ver, salvo algún Pepe Mujica excepción, cómo debemos pagar muy caro ese aprendizaje de nuestros gobernantes.
Claro que no son los únicos, muchos de los funcionarios de sus administraciones no tienen uñas de guitarrero para desempeñar el cargo asignado, algunos inclusive desempeñan muy bien sus habilidades de tranzas, rateros y corruptos ya que es su naturaleza, están en el lugar ideal para cometer sus fechorías, no escapan diputados, senadores, jueces, líderes sindicales y demás personajes que viven del presupuesto.
Parafraseando la constitucional frase que todos juran a la hora de asumir el cargo, que si así no lo hiciere que la Patria me lo demande, lamentablemente esta señora está adormilada por un sistema que promueve la impunidad, donde la rendición de cuentas es considerada una cacería de brujas, un revanchismo político que les permite dividir al país, distraer la atención mientas cubren así sus pasos.
Claro que esta situación es ideal para que los terroristas financieros se beneficien, ya pasaron más de 200 años que nuestras naciones obtuvieron su independencias, una utopía ya que tristemente vemos que si antes las riquezas se iban a las arcas del rey hoy son las cuentas de las multinacionales y en menor medida de los políticos corruptos.
Nuestros problemas, nuestros reclamos son similares, ya son endémicos, como gobernados nos manifestamos para mostrar nuestra inconformidad y de nada sirve, los reclamos de unos afectan a otros dividiéndonos cada vez más, su argumento es sencillo ni los veo ni los oigo.
Nos cansamos de pedir soluciones a quienes no saben o no les interesa dar respuesta a los reclamos, ya sean rojos, azules, verdes, del partido que sea, ocasionalmente abren algunas llaves para bajar la presión pero los reclamos siguen sin resolver.
Si no pueden con el cargo o no saben desempeñarlo, que se vayan, su aprendizaje nos está costando más caro que un hijo tonto en Harvard, ya es hora que las cosas cambien y que se rescate la vocación de servicio más allá de las aspiraciones e intereses personales.
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