Es fundamental analizar y comprender cómo la tergiversación ideológica puede llevar a que personas bien intencionadas defiendan regímenes totalitarios y antidemocráticos. Es un fenómeno lamentable que ha causado un gran sufrimiento a millones de personas en Venezuela y en todo el mundo.
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Reconocernos que en muchos países de América generaciones han sido “educados” en dogmas, doctrinas, que tienen un profundo sesgo totalitario, fanático y que tanto en la tradicional familiar, como en los libros de colegios, universidades, medios, gremios, partidos se aceptó como correcto, totalitarismos, despotismos, fanatismos que lejos de ser “justos”, democraticos y efectivos, son dogmas irreales, muy dañinos y que solo logran la división de los pueblos.
¿Qué impacto económico, social, tendría si todos nos dieramos cuenta que los “nacionalismos” fascistas han detenido el avance de los países de Latinoamérica?
¿Por qué ciertos partidos, ciertas ideologías, ciertos políticos, ciertos presidentes siguen apoyando a la tiranía de Maduro? ¿ Que tendrían que reconocer o cambiar si aceptaran que se equivocaron?.
¿La humanidad, las instituciones, las ideologías, el periodismo, los partidos políticos, aprenderán de este notorio horror a disminuir las posturas fanáticas?
¿Se llegará a ética de no tratar de fanático o de sesgado a quien demuestra que hay fanatismo en las ideologias “totalitarias”?
¿Podrán las ideologías dejar de apoyar excesos solo porque son de “izquierda” o de “derecha”?
¿Las militancias, las “creencias” partidarias, maduran y dejarán de estar tan sesgadas y defender lo indefendible solo por doctrinas o por dogmas del mismo tipo de partido o lado de la política?
¿Llegó el tiempo donde no haga falta más demostrar que la mayoría de los que le dicen fascistas a los otros, son los verdaderos fascistas?
¿Llegó el tiempo donde no hace falta que se aclare que le facismo es estatista o pretende la concentración del poder en alguien o algo, que maneja el estado y que ese estado distribuye y decide todo?
¿En definitiva se tomará conciencia que las políticas estatistas o totalitarias afectan la libertad, la economía, los negocios, el progreso, la felicidad de los pueblos, la cultura?
La irrupción de la mentira y el engaño en el corazón de la democracia venezolana es un golpe a la esperanza de millones de personas que buscan un futuro de dignidad y progreso.
La voz del pueblo, expresada a través del voto, ha sido silenciada por la maquinaria del poder autoritario, dejando un rastro de desolación y desesperanza en su estela.
Es en este momento crucial, en esta encrucijada de la historia, donde se pone a prueba la verdadera naturaleza de nuestras convicciones y valores. Es fácil dejarse llevar por la corriente de la ideología y la parcialidad, justificando lo injustificable en nombre de una supuesta lealtad a una causa política. Sin embargo, la verdadera grandeza del espíritu humano se manifiesta en la capacidad de trascender las limitaciones de la ideología y abrazar la verdad y la justicia por encima de todo.
La defensa ciega de un régimen dictatorial en nombre de una supuesta afinidad ideológica es un acto de traición a los principios más sagrados de la humanidad. No se trata de derechas o izquierdas, de conservadores o progresistas, se trata de la defensa de la dignidad humana, de la libertad y la justicia para todos los pueblos del mundo.
Hoy, más que nunca, es imperativo que los gobernantes, las instituciones y la sociedad civil se unan en un clamor unánime en contra de la tiranía y la manipulación. Es hora de levantar la voz en defensa de la democracia y los derechos humanos, de exigir el respeto a la voluntad del pueblo y el fin de la opresión y la corrupción que amenazan con sumir a Venezuela en la oscuridad.
Que cada palabra, cada gesto, cada acción sea un testimonio de nuestra firme convicción en la imparcialidad y la justicia. Que la luz de la verdad ilumine nuestro camino y nos guíe hacia un futuro donde la libertad y la democracia sean los pilares de una sociedad justa y equitativa para todos.
En memoria de los que sufren, en solidaridad con los que luchan y en esperanza de un mundo mejor, elevemos nuestra voz en unánime rechazo a la tiranía y la manipulación. Que la ética humana sea nuestro faro en la tormenta, y la justicia nuestra guía en la lucha por un mañana más justo y libre para todos los pueblos del mundo.
¿Qué pasaría si te dieras cuenta que pese a tu buena volutand y espiritu nacionalista, estabas defendiendo una ideología que esta mal o mal implementada?
Es fundamental analizar y comprender cómo la tergiversación ideológica puede llevar a que personas bien intencionadas defiendan regímenes totalitarios y antidemocráticos. Es un fenómeno lamentable que ha causado un gran sufrimiento a millones de personas en Venezuela y en todo el mundo.
En primer lugar, es importante destacar que la ideología por sí sola no determina la moralidad de un gobierno o de un líder político. A lo largo de la historia, hemos visto cómo regímenes totalitarios han surgido bajo la bandera de ideologías que originalmente buscaban la justicia social y la igualdad. El comunismo, por ejemplo, ha sido utilizado como pretexto para justificar abusos de poder, represión y violencia en nombre de una supuesta utopía igualitaria.
La tergiversación ideológica se produce cuando se manipulan los principios y valores originales de una ideología para justificar acciones injustas y antidemocráticas. En el caso de Venezuela, el gobierno de Maduro ha utilizado la retórica socialista y antiimperialista para perpetuarse en el poder, silenciando la disidencia, reprimiendo protestas y violando los derechos humanos de manera sistemática.
Es preocupante ver cómo algunas personas, incluso aquellas que se identifican con corrientes de pensamiento de izquierda, defienden a regímenes autoritarios como el de Maduro en nombre de una supuesta solidaridad ideológica. Es importante recordar que la defensa ciega de un líder político o de un gobierno por su supuesta filiación ideológica es peligrosa y puede llevar a la justificación de injusticias y abusos inaceptables.
La lucha por la justicia social y la igualdad no puede justificar la represión, la corrupción y la violación de los derechos humanos. Es fundamental mantener una postura crítica y exigir la rendición de cuentas de los líderes políticos, independientemente de su color político o de la ideología que profesen.
En este sentido, es responsabilidad de todos los ciudadanos, especialmente de aquellos que valoran la democracia y los derechos humanos, alzar la voz contra la tiranía y la opresión, sin importar de dónde provengan. Debemos ser conscientes de cómo la tergiversación ideológica puede ser utilizada como herramienta de manipulación y control, y estar siempre alerta ante los intentos de justificar lo injustificable en nombre de una supuesta causa noble.
En conclusión, la defensa de regímenes totalitarios en nombre de una ideología es un error ético y político que debemos evitar a toda costa. La libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos son valores universales que deben estar por encima de cualquier consideración ideológica. Solo así podremos construir sociedades justas, libres y democráticas en las que todos podamos vivir en paz y dignidad.
¿Avanzará la humanidad, vos, yo, los partidos políticos y se dejarán atrás dogmas, doctrinas, militancias?
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