El peso del cambio, casi utópico: reducción del gasto, disminución de la deuda, dolarización, decrecimiento del Estado, control de la emisión monetaria y la inflación, generación de confianza, atracción de inversiones, aumento de la producción y cambio cultural en la nación.
La propuesta de Milei: dolarizar la economía, abolir el Banco Central y reducir drásticamente el tamaño del Estado, choca frontalmente con la tradición política argentina. ¿Cómo se implementará estos cambios radicales sin desencadenar un desequilibrio social? ¿Conseguirá persuadir a la sociedad argentina de que esta transformación extrema es el sendero hacia un futuro próspero?
El apoyo y la desconfianza: una dicotomía sutil. A pesar de su victoria, Milei se enfrenta a la dualidad de respaldos notables, como los de Mauricio Macri y Patricia Bullrich, al mismo tiempo que encara la repulsa de aquellos que lo perciben como un forastero peligroso. ¿Podrá equilibrar estas fuerzas opuestas y construir una coalición eficaz para implementar sus políticas?
El futuro, según Milei
En su discurso inaugural, Milei promete la reconstrucción de Argentina y el fin de un modelo empobrecedor. ¿Logrará concretar estas promesas en medio de una situación económica crítica? ¿Cómo enfrentará los desafíos monumentales de inflación, estancamiento, desempleo, inseguridad, pobreza e indigencia? En la encrucijada entre el hastío de lo existente y la esperanza de un cambio radical, Javier Milei inicia su presidencia con un llamado a la libertad y una promesa de transformación. El futuro de Argentina pende de un hilo, y el mundo observa con atención cómo Milei afrontará los desafíos que se presentan.
En la encrucijada de la política argentina: Javier Milei emerge como el presidente electo, desafiando las estructuras establecidas con un mensaje contundente de cambio y ruptura. A horas de su victoria, Milei enfrenta desafíos monumentales, pero también promete una transformación radical para rescatar a Argentina de su crisis interminable.
El desafío del estatismo y la casta política, pero también el desafío de salir de la tergiversación ideológica militante de gran parte de su pueblo.
El primer y quizás más significativo desafío que Milei enfrenta es la desarticulación del entramado estatista. El control ejercido por los gremios, el monopolio del poder político y la manipulación mediática vinculada al Estado han sido pilares de la política argentina. ¿Cómo logrará Milei no solo introducir cambios, sino también enfrentar la resistencia arraigada en estas estructuras?
Argentina, su pueblo y gran parte de América Latina necesitan liberarse de cientos de mentiras fanáticas dramatizadas como verdades culturales, que, lejos de ser verdades, son sesgos militantes.
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La deuda externa, por ejemplo, es un síntoma de la mentira ideológica en Argentina y América Latina. La gran deuda de Argentina es interna: los bonos emitidos por el Estado, ofrecidos a los bancos para retirar pesos de circulación y frenar la huida hacia el dólar, sólo se sostienen con más impresión monetaria que alimenta la inflación. Además, Argentina tiene una deuda comercial de U$S 25.000 millones, es decir, debe a su propia gente y a proveedores otro tanto.
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El gasto excesivo (déficit que sólo disminuyó durante el gobierno de Macri) lo paga la población con más impuestos. Entonces, ¿quién dice la verdad? ¿Es necesario despedir a empleados públicos que no trabajan con excusas médicas durante años, a empleados "políticos" ineficientes, a proveedores estatales sin competencia y servicios costosos, a operadores de obras sociales que manipulan licitaciones, a administradores de sectores públicos que gastan el doble o el triple en compras y aprovisionamiento de reparticiones públicas?
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El estado argentino cuenta con empleados talentosos y realiza acciones valiosas, pero en su mayoría, y esto no es una generalización sino una afirmación, se produce diariamente una enorme corrupción e incompetencia sistémica de Estado. La mayoría de las provincias, municipios y pueblos del interior de Argentina, subsisten gracias al gasto estatal. Millones de familias argentinas viven sin percatarse del robo, la inoperancia y la injusticia del Estado.
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Esto no implica que todos los empleados estatales sean incompetentes ni que todo deba ser eliminado. Sin embargo, la observación realista, justa e indiscutible más allá de toda ideología es que la estructura del Estado argentino implica que gran parte del "trabajo" de los argentinos no es genuino, legítimo ni sostenible.
¿Qué implica esto culturalmente? Los gremios, los partidos históricos como el peronismo y el radicalismo deberían ser los primeros en reconocer y darle el valor y la dimensión justa al Estado, a su asistencia y a sus prestaciones. ¿Por qué no se reconoce que el Estado argentino está sobredimensionado administrativamente y políticamente según diversos análisis comparativos, hasta siete veces?
¿Por qué los partidos (tradicionales de Argentina) no reconocen? No reconocen que generaron un Estado cuatro veces sub invertido en asistencia y prestaciones de calidad, en áreas como salud, educación seguridad, justicia.
¿Por qué la militancia hoy en lugar de aceptar que es necesario reformar todo y que ha sido la ideología estatista y la administración corrupta la que empobreció al pueblo, niega todo?
¿Es tan difícil reconocer los errores que se repiten todo LatAm?
¿Por qué Abuelas de Plaza de Mayo, los gremios argentinos, los partidos políticos argentinos, por qué Mujica, Lula, Petro, no reconocen la enorme corrupción del gobierno totalitario de Maduro, sus crímenes de lesa humanidad ya denunciados por la ONU?
¿Qué pasaría si se reconociera que Javier Milei no gastó en su campaña, ni la décima parte de lo que gastan cualquiera de los gobernadores o intendentes (municipios) de los partidos políticos tradicionales argentinos en publicidad y que, comparativamente, versus Massa literalmente no invirtió ni el uno por ciento? Con la enorme diferencia que lo que Massa, la casta, la política en general gasta, lo hace con fondos que no son claros, muchas veces provenientes del estado, donde claramente se tergiversa la difusión de actos públicos, contemplado en la constitución, con publicidad política partidaria y electoral o sea, la mala utilización del dinero de los contribuyentes, de la gente, como se dice en la calle en Argentina… “con la tuya”.
¿Hasta cuándo persistirá la tergiversación en buscar cualquier razonamiento o dogma para no reconocer que simplemente las ideas de izquierda, en su mayoría, no logran resultados sustentables a largo plazo y hoy presentan demasiados signos de fanatismo y corrupción?
¿Qué sucede si Milei, con su liberalismo libertario, es en realidad una bofetada a la falsa derecha que nada tiene que ver con el concepto de respeto, impecabilidad, orden y excelencia que el liberalismo libertario no solo predica, sino que también ejecuta?
Milei asume la misión de desenmascarar los errores del pasado: las mentiras, los dogmas fanáticos y las tergiversaciones ideológicas que han marcado la deuda interna y externa, el gasto desmedido y la conexión íntima entre la inflación y la emisión descontrolada.
¿Podrá la administración de Milei erradicar la corrupción arraigada en el sistema, desde los niveles más altos del Estado hasta los rincones más oscuros de los programas sociales?
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